Por Teresa Zañartu Publicado en El Mercurio, 14 de noviembre de 2023 En carta del lunes, Eugenio Rivera atribuye diversas faltas al texto constitucional propuesto. No compartimos sus críticas. La propuesta recoge ejes valóricos de nuestra tradición constitucional ―como todas
Columnas
La cancelación que sufrió el profesor Sergio Micco esta semana debería preocuparnos por al menos dos motivos.
Nuestra postura a favor, en cambio, se sustenta en la inclusión de bienes y principios necesarios para la realización humana y el bien común que merecen especial protección, y de mecanismos institucionales adecuados para brindársela.
Cuatro años han pasado desde aquel viernes 18 de octubre de 2019 en que la violencia se tomó las calles de nuestro país. Aunque estalló en esa fecha, la violencia no surgió de sopetón, sino que venía esparciéndose por el país desde hacía mucho tiempo: en las protestas callejeras, en los colegios, en la macrozona sur. En paralelo había surgido una nueva elite política que desdeñaba las virtudes democráticas de la transición y no tenía óbice moral alguno en juntarse con terroristas y homenajear a grupos que han ejercido la violencia política.
La libertad de elegir no es sino la expresión concreta de esa libertad que todo texto constitucional moderno reconoce a las personas.
En términos simples, la solicitud se resume de la siguiente manera: “Yo sé que usted piensa así, y lo respeto, pero por el bien de Chile, vote asá” (siendo esto último, era que no, muy parecido a lo que ellos mismos votarían de haber conseguido más consejeros). La petición resulta curiosa, pues ella supone traicionar las bases de un sistema ―la democracia liberal― que ellos mismos han sido tan férreos en defender.
Después de tres meses de trabajo, la Comisión Técnica convocada para la discusión de la “Ley Corta de Isapres” evacuó su informe. Propone una serie de medidas para cumplir con el mandato encomendado por el Senado: encontrar un camino que dé cumplimiento a los fallos de la Corte Suprema en materia de Isapres, sin que ello signifique arriesgar la sostenibilidad financiera del subsistema privado de salud.
El sistema de seguridad social se ha venido discutiendo en dos frentes en los últimos meses: en el nuevo texto constitucional y en la propuesta de reforma del Gobierno.
Realmente sorprende la insistencia de ciertos sectores de la izquierda en perseverar con categorizar a las aguas como «bienes comunes naturales».
Sin compartir todo el contenido de la carta (miércoles), me parece notable que Couso y otras voces de la centroizquierda chilena intenten aclarar que el Estado social y de derechos no es sinónimo de socialismo. Ojalá hubiese existido la misma voluntad por parte de dicho sector para corregir a quienes confunden subsidiariedad con neoliberalismo.
Pocos días atrás el pleno del Consejo Constitucional aprobó el derecho a la seguridad social. La norma inicia señalando que el Estado garantiza el acceso a prestaciones básicas y uniformes para resguardar a las personas de la vejez y otras contingencias, a través de instituciones públicas o privadas.
La semana pasada el Gobierno inició una campaña de información y promoción de su proyecto de reforma de pensiones presentado hace casi un año.
Al gobierno aún le quedan dos años y ya ha sufrido contundentes e históricas derrotas electorales, además de varios fracasos políticos.
Un ámbito donde la Comisión de Expertos del proceso constitucional tuvo un acercamiento muy innovador fue en la regulación y estructura del poder judicial. Esto no es menor, pues desde el siglo XIX que dicho sistema no ha tenido modificaciones relevantes.
La intervención militar fue provocada por el colapso de la democracia al que nos precipitó el propio gobierno de la UP. Por eso, antes de ser derrocado, ese gobierno ya había fracasado. Pero el debate en torno a las responsabilidades ha estado dominado, por mucho tiempo, por sectores que suelen enfatizar los hechos posteriores para anclarse sólo en las incuestionables y graves violaciones a los derechos humanos, como si el desenlace del 11 de septiembre fuera un acontecimiento desvinculado del contexto que lo antecedió.