La izquierda moderada terminó plegándose a ese diagnóstico y se quedó sin discurso, sin historia ni proyecto, corriendo detrás de la huella de la nueva: la radical. Mientras esto no cambie, aunque la derecha quiera, será difícil el diálogo, porque, al menos por ahora, no hay interlocutores.
Columnas
«… esta última izquierda, la moderada, se ha quedado sin discurso, sin historia ni proyecto, corriendo detrás de la huella de la primera, la extrema.»
Sin embargo, hoy, los partidos siguen más debilitados que hace dos años, y 34 convencionales provenientes del mundo independiente -los mismos que contribuirían a una mejor y más justa representación- pretenden devenir en una nueva casta, más arrogante, despótica, interesada y excluyente que aquella que denunciaban.
Una de las lecciones que nos dejaron los comicios de Convencionales Constituyente es que el electorado de derechas está prefiriendo liderazgos que tienen posturas y valores claros, que no teman decir que son de derecha y que no se dejan seducir por las ideas progresistas
En una sociedad libre, respetuosa de los derechos y libertades, una Constitución debería poner a las personas en el centro de la sociedad, posibilitándoles acceder a bienes humanos básicos que permitan su realización integral tanto material como espiritual.
No parece razonable que, ad portas de una elección presidencial decisiva, se maltrate a quienes lo han apoyado en estos duros años de gobierno que, lamentablemente, entregarán un Chile sumido en la incertidumbre institucional y que ha avanzado en muchos temas en el sentido contrario al que se prometió a sus votantes hace cuatro años.
El vandalismo al Memorial de Jaime y las explícitas consignas ahí escritas en nada reflejan esperanza en el momento político constitucional en que nos adentramos, sino más bien odio y cancelación del adversario.
Para que la búsqueda de acuerdos sea algo más que un anhelo, resulta imperativo que los actores políticos que ocupan cargos representativos defiendan constantemente sus ideas con convicción para que estas influyan y calen culturalmente. Sólo así se logrará ejercer contrapesos efectivos. Esta es una de las más importantes lecciones que se debiera rescatar de estas elecciones.
Quienes hoy se sienten triunfadores empujan la cancelación de cualquier acuerdo que no implique renuncia de quien está en condición de minoría. Para ellos los acuerdos sólo obstaculizan el avance de los cambios que quieren impulsar.
Muchas pueden ser las lecturas tras estas mega elecciones, pero una de ellas es advertir que las ideas no se defienden con meros pactos electorales. Como también que la fragmentación no ayuda a la derecha chilena. Volver a los principios valóricos, conocer sus fundamentos y defenderlos con una clara convicción debe ser el camino.
La irresponsabilidad -o la desconexión- de este Congreso llega a niveles que no dejan de asombrar. Una vez más, termina por ofrecerle a las familias chilenas una mala política pública, como si fuera la única alternativa posible. ¿Corregiremos en algún minuto este mediocre camino?
«Lo que corresponde (…) no es discutir tanto sobre la modificación de la Constitución estando a días de la elección de constituyentes, sino en ejercer el cargo de parlamentario con lealtad a las normas vigentes y evitar el engolosinamiento populista»
Los acontecimientos que se han desarrollado en nuestro país en el último tiempo, particularmente en el Congreso, dan cuenta de un esfuerzo deliberado de la izquierda por vaciar la actividad política de toda estructura de valores para ahogarla en una seguidilla de conflictos
En definitiva, ante una agenda que amenaza tanto a Chile como Occidente, que se caracteriza por ser antihumanista y que promueve la cultura de la muerte, se deben promover reales legislaciones con principios provida. Que tengan en cuenta el respeto a toda vida (desde la concepción hasta la muerte natural), sin olvidar que toda vida es digna solo por el hecho de ser tal.
Ante esta coyuntura y la necesidad de que una inclusión de esta naturaleza pueda tener aplicación práctica en las políticas públicas, creemos que una eventual consagración de esta garantía debe contemplar tres fases.