No cabe duda de que el proceso constituyente chileno ha tomado banderas radicales. Se han aprobado artículos que debilitan la independencia del Poder Judicial, la propiedad privada, el necesario contrapeso entre el parlamento y el presidente, otros que -desde un indigenismo extremo- dividirán más al país y acumularán incertidumbre a la vez que ahuyentarán las inversiones.
Columnas
Hace unos días sucedió el incidente más bochornoso de los varios que ha brindado el tortuoso derrotero transitado por la Convención Constitucional. El Pleno rechazó completamente el informe de la Comisión de Medio Ambiente, Derechos de la Naturaleza, Bienes Naturales Comunes y Modelo Económico y, como respuesta, los “colectivos” que propician una Eco-Constitución, sin pudor ni vergüenza, denunciaron a los constituyentes socialistas de haberlos traicionado y dieron a conocer sus nombres uno a uno ante la prensa para que respondieran de su decisión.
Bajo el eslogan de «Sistema de Salud Universal» el Gobierno y la Convención Constitucional intentan impulsar, una vez más, una agenda en que prima la ideología por sobre la salud de las personas.
Desde octubre de 2019, los niveles de conflictividad política en Chile han ido escalando dramáticamente. Y si bien, en los dos años de pandemia se vio un supuesto “suspenso”, la intensidad del conflicto no ha declinado.
Que aún no está el texto final, que debemos confiar en que se llegará a acuerdos entre los diferentes ‘colectivos’, que cualquier texto sería mejor que una Constitución escrita por cuatro generales, que la gente está mal informada, que se debe comunicar mejor el trabajo que llevan a cabo los constituyentes, que, en fin, las causas del desprestigio en que ha caído la Convención Constitucional son absolutamente exógenas a ella. Detrás de todas estas justificaciones se encuentra una realidad cada vez más evidente: la Convención fracasó.
Gabriel Boric asumió la presidencia el viernes 11 de marzo. No obstante, a pesar de las escasas seis semanas que lleva en el Gobierno, ha logrado una rápida baja en el respaldo ciudadano.
A fines de 2019, promesa fue que con una nueva Constitución se superarían los conflictos, habría paz y se construiría la «casa de todos». Dos años después, esa promesa se ha derrumbado.
En el reciente viaje presencial a Argentina, la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, se reunió con su par trasandina para firmar el primer acuerdo entre ambos países: un “Memorándum de entendimiento de cooperación en materia de género y diversidad”.
La semana pasada, el Pleno de la Convención aprobó que “Los sitios de memoria y memoriales serán objeto de especial protección, asegurando su preservación y sostenibilidad”.
Resulta al menos contradictorio que en un gobierno “autodenominado feminista» sus miembros descarguen contenido que, según su propia narrativa, “mercantiliza» los cuerpos femeninos.
Si algún ministro o ministra del Interior -en cualquier parte del mundo- denunciara, sin pruebas y falsamente, delitos gravísimos que jamás existieron, no solo sería portada de periódicos, sino que además debería renunciar. No se puede gobernar pidiendo semanalmente disculpas.
La ministra de Relaciones Exteriores Antonia Urrejola -a propósito de que Galvarino Apablaza, acusado de ser uno de los autores intelectuales del asesinato de Jaime Guzmán, goza de asilo político en Argentina-, eludió reconocer que en nuestro país existen plenas condiciones democráticas para un juicio justo.
Una mirada a las experiencias constituyentes propiciadas por las izquierdas de América Latina en las últimas décadas muestra que todas ellas se han abstraído de respetar los roles que caracterizan a las constituciones, a saber: establecer una clara separación de poderes, consagrar el estado de derecho, y reconocer derechos y libertades individuales garantizando su ejercicio…
Es una tendencia que, cuando llega un nuevo gobierno al Ejecutivo, este tenga el privilegio de unas semanas de “Luna de Miel”. Es decir, que goce de popularidad y un amplio respaldo ciudadano. No obstante, Gabriel Boric no lleva ni siquiera un mes en el poder y su torpeza e inexperiencia lo han dejado como el presidente peor evaluado en sus primeras tres semanas.
El viernes 1 de abril, en el marco de la conmemoración de un nuevo aniversario del abyecto asesinato de Jaime Guzmán, los constituyentes aprobaron guardar un minuto de silencio.









