Quemar a Guzmán

Benjamín Cofré

Publicado en El Dínamo, 20 de abril de 2022

La “quema de Judas” es una tradición extendida en el mundo hispánico, en que un muñeco es incinerado como una representación de justicia por parte de un grupo que, año tras año, y de un tiempo a esta parte, suele simbolizar a una persona de la contingencia, usualmente políticos.

Es cierto que las artes en general, y las escénicas en particular, utilizan sus herramientas como una forma de tocar el poder, de burlarse, de hacerle frente. Usan la realidad a través de la alegoría y lo performativo para mostrar los excesos, de acusar las injusticias, de lograr lo que en realidad no puede ocurrir (recomiendo ver Anónimo, del director Roland Emmerich, 2011). No podemos, por tanto, quitar ese elemento de la mesa para discutir lo ocurrido este domingo de Resurrección en la famosa quema de Judas de Playa Ancha, Región de Valparaíso.

Jaime Guzmán —obviamente acompañado de una representación de la Constitución— fue escogido este año para ser incinerado, en una alusión al fin de la Carta Magna que nos rige. Este “tópico” no es primera vez que se presenta, el cortometraje Los Huesos (León y Cociña, 2021) buscó la misma experiencia a través de la quema de los restos óseos de Guzmán y del ministro Diego Portales, en una especie de réquiem. En el actual momento constituyente que vive el país, los detractores del actual Código Político han buscado por todos los medios buscar simpatizantes a su causa, así se procedió durante la revuelta de octubre de 2019, cuando el cambio constitucional no era ni siquiera prioritario.

No creo en la censura, menos cuando se aplica a las artes, pero sí soy un convencido de que tenemos el deber de develar quién emite el mensaje que se quiere entregar, porque eso nos permite tener un juicio de la narrativa que acompaña el acto performativo. Este colectivo no es otra cosa que la izquierda extrema castigando a quien no piensa como ellos: lo hicieron con José Antonio Kast el 2018, lo hicieron con el ex senador Juan Pablo Letelier (quien siendo socialista votó a favor del TPP), y ahora fue el turno de Guzmán. Olvidan que las fiestas religiosas son de la gente, del pueblo, que hoy, al parecer —según indican las encuestas— no quiere la alternativa propuesta por la Convención.

Pierre Villar decía que la historia debe enseñarnos, en primer lugar, a leer un periódico. No sería extraño, por tanto, que en una futura quema, la figura tome el rostro del actual mandatario, quien ya ha visto su apellido al lado de apelativos como “amarillo” o “traidor” por parte de rayados de la ultraizquierda.