Carta abierta al poeta de la verdad (in)vencible

Frente a la última respuesta mediante una carta abierta de Felipe Cussen en Twitter (29/12) al intercambio que manteníamos (LUN 19/12 y 26/12), requiero aclarar puntos al poeta en el afán mutuo de conocer la figura de Guzmán “más allá de las caricaturas”. En las actas de la Comisión Ortúzar, las citas aludidas por Cussen, de nuevo, no demuestran el punto que él señala en su primera epístola: que el pensamiento de Jaime Guzmán comprende una “profunda misoginia”, pues solo da cuenta de una estructura social donde hombres y mujeres son iguales en libertad y derecho, pero distintos en su naturaleza. ¡Vaya misoginia! Siendo diferentes, gozaremos de igual derecho.

Vale la pena insistir y explicar que la cita de Guzmán refiere al conflicto ético sobre el aborto, cuya postura ―que se puede o no compartir― tiene como centro de gravedad la defensa de la dignidad de la persona a todo evento. Dicha preocupación por la dignidad del ser humano lleva a Jaime Guzmán a pedir el sacrificio que exige a quién da a luz ―que nadie más puede hacerlo que una mujer―. Puede entenderse que la crítica puede dirigirse hacia el heroísmo que se le pide a un ciudadano (como en este caso lo deja ver Guzmán), pero en ningún caso de una “aversión contra la mujer”, que es el significado de misoginia para la RAE. La evidente preocupación por la dignidad del ser humano que está por nacer no hace distinción de sexos, precisamente porque los valora igualmente como tal, es decir, como humanos. Por ende (una vez más) resulta forzoso aludir misoginia en el pensamiento del líder gremialista.

Respecto de esto último, el poeta ―después de la incongruencia de mencionar el perfil de las mujeres que le gustaban al exsenador, luego de establecer su pensamiento como misógino―, continúa su argumentación con el perfil de complementariedad de la pareja que cree el cristianismo, y que Jaime, como católico, compartía. En la aventura del poeta por acercar el rol de la mujer para Jaime Guzmán se ve tendenciado en la elección de las fuentes (como la elección de Gazmuri que él mismo descarta para establecer el debate, gesto que agradezco), ¿por qué no mencionar la intervención de la periodista María Ester Aliaga sobre la discriminación a la mujer y que Jaime responde a través de las virtudes de las mujeres que, además, conforma mayoría en militancia de la UDI, partido que, según el poeta, por seguir el pensamiento de Guzmán también es misógino? ¿o la intervención de Jaime a las dirigentes femeninas invitadas a la última transmisión de “A esta hora se improvisa” donde, nuevamente, expresa su positiva percepción de la mujer en la vida pública? Y no comprendo por qué no mencionarlas, si al igual que toda su argumentación, concluyen que Jaime de forma y fondo, no podría ser un misógino.

Ahora bien, aunque yo no haya mencionado una “oposición radical” entre las leyes y la poesía, sino que solo establezco que la primera, como el resto de las ciencias sociales, no constituye de pacto de verosimilitud, como sí goza la literatura ―y en ella la poesía―, me parece aún más complejo la posición de Cussen sobre la poesía como “verdad invencible” que cita y secunda. Frente a la pedantería de alguien que piensa con tal nivel de egocentrismo, no queda más que añadir que este escrito es, por tanto, estéril para él, pero espero sea aporte para quienes sí queremos conocer más la figura de este protagonista histórico que es Jaime Guzmán.  

Benjamín N. Cofré Lagos

Fundación Jaime Guzmán