¿La paz que todos queremos?

Existe en Chile, en las más variadas columnas de opinión, entre políticos y ciudadanos de todos los partidos, en la televisión, en los diarios y en la radio, la asentada creencia de que todos queremos la paz en nuestro país, luego de vivenciar el violento proceso insurreccional iniciado el 18 de octubre y que continúa a la fecha.

A pesar de este clamor por la paz, y de la evidente necesidad que tenemos como país democrático de terminar con la violencia, cabe preguntarse si es que esta supuesta bandera de unidad es realmente suscrita por todos.

Es evidente que la violencia ha permanecido activa en la calle, y la lucha contra carabineros sigue siendo sostenida y permanente, por lo que la afirmación de que «todos queremos paz» no es una generalización que pueda seguir sustentándose.

En ese contexto, podemos identificar varios grupos que no quieren ni buscan la paz, sino que por el contrario, propugnan el caos como medio o como fin; así los grupos anarquistas, la famosa «primera línea», los paramilitares como el FPMR, quienes anunciaron su reactivación; organizaciones como la Aces; y el partido comunista con sus juventudes, han sido enfáticos en demostrar -con sus palabras y actos- que la violencia es el método válido para manifestar su descontento y rabia, anulando la base del Estado de Derecho sobre la que descansan todas las repúblicas.

Así, acrecentándose la polarización social, de a poco se irán sumando nuevos grupos que tampoco quedarán satisfechos con la paz, ellos son todos los perjudicados con esta revuelta: todos aquellos que han perdido negocios, que han perdido trabajos, los familiares de carabineros que han visto a sus seres queridos arriesgar la vida día a día, las personas que no han podido descansar tranquilas en sus barrios hace meses, todos los jóvenes que no han podido continuar con sus estudios con tranquilidad, aquellos que han sido violentados en marchas, e incluso, familiares de aquellos que han perdido sus vidas, como la lamentable muerte del camionero Juan Barrios. Todos ellos se irán sumando a las filas de aquellos que antes de buscar una paz arreglada y a medias tintas, como el de un plebiscito sin legitimidad constitucional, buscarán primero la justicia, justicia que un simple rechazo o apruebo no bastará para remediar el dolor que han debido experimentar debido a la inseguridad que vive Chile. Justicia que si no llega, puede incluso transformarse en mayor violencia en la medida en que nuestras autoridades sean incapaces de encontrar a los responsables.

No podemos, como sociedad, permitir que la violencia escale. Han sido suficientes las declaraciones a la tribuna, e insuficientes las acciones concretas, es claro que el gobierno del país debe cambiar su estrategia para brindar más seguridad a las personas. Así es claro, que sobran twits y urge el orden.

 

Magdalena Moncada, El Mostrador, 20 de marzo de 2020