Por ahora, no hay interlocutores

El Mercurio, 15 de julio de 2021

El lunes Genaro Arriagada sostuvo que la compleja situación que atraviesa el país mejoraría con una derecha más dialogante y liberal. Una reflexión equilibrada requiere también mirar el otro lado.

Un efecto del estallido social fue consolidar el diagnóstico que critica acerbamente los últimos 30 años. Este discurso, originado en una nueva izquierda, profundamente radical y con capacidad de movilización, incorpora dos elementos: valida la violencia como forma de expresión de la conflictividad e impone la visión de un país desigual y abusivo que debe dejar atrás el modelo de desarrollo de la transición. En paralelo, la ex-Concertación, devenida en Nueva Mayoría, se enfrentó a la autoflagelación y a las recriminaciones de esta nueva izquierda. Acomplejado, el conglomerado que durante dos décadas demostró que había una izquierda que daba garantías de gobernabilidad terminó plegándose a este diagnóstico. Al traste enviaron haber situado a Chile como el país de mejor desarrollo humano y mayor ingreso per cápita de América Latina en un ambiente de estabilidad y paz social.


La nueva izquierda radical ha consolidado su hegemonía sobre la moderada, al punto de que no le interesa establecer alianzas: recordemos el portazo de Jadue al PS. En la DC el panorama no cambia mucho. La senadora Provoste, que a ratos se muestra moderada, impulsó la “nacionalización” de los fondos de pensiones, avaló la existencia de “presos políticos” y respaldó indultarlos. La izquierda moderada terminó plegándose a ese diagnóstico y se quedó sin discurso, sin historia ni proyecto, corriendo detrás de la huella de la nueva: la radical. Mientras esto no cambie, aunque la derecha quiera, será difícil el diálogo, porque, al menos por ahora, no hay interlocutores.

Jorge Jaraquemada
Director ejecutivo Fundación Jaime Guzmán