¿Qué pretende la CONFECh?

 

Hace algunas semanas, escuché a alguien afirmar que el debate educacional se había “comido” el debate público los últimos 7 años. Lo cierto es que, siendo aún más precisos, el debate de la educación universitaria se ha tomado por completo las páginas de los diarios, los discursos, los slogans, y las políticas públicas. Y no es un misterio para nadie que uno de los grandes responsables en este sentido es la CONFECh, y los movimientos que la lideran hace años.

La Confederación de Estudiantes de Chile lleva años haciéndonos vivir constantes deja vú, reiterando una y otra vez consignas que podemos repetir de memoria, quizá intentando que nos creamos que en este país no ha pasado nada en esta última década. Hace un par de semanas, marcharon bajo el lema de que “Chile ya decidió”. Habría que mostrarles que efectivamente lo hizo el pasado diciembre, pero de una forma muy distinta a la que ellos querían.

¿Qué es entonces, realmente, la CONFECh? ¿Qué pretende? ¿Cuánto tiene de auténticamente estudiantil? ¿Hasta qué punto representa legítimamente a los estudiantes de Chile y sus intereses? La cruda realidad habla bien claro, y es que no se aleja mucho de ser una juventud, un verdadero brazo armado del Frente Amplio, con algunos rezagados comunistas. ¿Soy injusto metiéndolos en el mismo saco? No lo creo: son ellos los que se declaran orgullosamente militantes, trabajan por Beatriz Sánchez (aunque estén muy alejados de las necesidades reales de sus representados), y llevan a su diputado Giorgio Jackson a hacerles campaña (como lo hicieron hace poco en Concepción).

También hace un par de semanas observamos que surgió un grupo de dirigentes que se declararon “disidentes” de la CONFECh, criticando sus formas de actuar y su sesgo ideológico. La respuesta de los voceros de este organismo dejó ver la realidad: no sólo reconocieron con orgullo su militancia de izquierda, sino que se escudaron en haber sido “democráticamente electos”. La pregunta es: ¿Es tan así?.

Que la CONFECh sea un grupo de presión de izquierda no es una sorpresa para nadie. Mal que mal, ha sido verdadera cuna de liderazgos para ese sector. Pero, ¿En qué minuto eso dejó de preocuparnos o alarmarnos? ¿Queremos que la supuesta voz de los jóvenes universitarios esté capturada por quienes orgullosamente se proclaman “hijos de Chávez, Guevara y Fidel”? ¿Creemos realmente que la mayoría de la elite intelectual del país avala la violencia y la censura para con el que piensa distinto? Yo creo que no. Pero sí creo que hemos sido inocentes en no denunciarlos con más fuerza.

No nos extrañe que el 2015, cuando una FEUC gremialista salió electa, se le quitó la vocería que históricamente tuvo, sin estatuto o reglamento alguno que lo estipulara. O que en todas las universidades reformen los estatutos para perpetuarse en el poder, llegando a señalar en ellos que las federaciones son “órganos anticapitalistas, anti patriarcales”, permitiendo sólo un tipo de pensamiento, cual Constitución cubana. Que no nos sorprenda cómo crean mecanismos en que el TRICEL no es independiente ni imparcial, sino que un operador más a su favor en las elecciones, que sanciona a diestra y siniestra a las listas contrarias

Pero entonces, ¿Por qué los eligen? O la pregunta es más bien, ¿los eligen? Es que sinceramente, las mayorías de las que jactan estos dirigentes dejan mucho que desear. Dejando de lado los mecanismos fraudulentos con los que operan, lo cierto es que son electos por quórums bajísimos. Dos ejemplos recientes: En la Universidad de Atacama, de un total aproximado de 5000, solo 906 (18,12%) eligieron a la flamante nueva Federación de las Juventudes Comunistas. En la Austral de Valdivia, por su parte, la Federación del Frente Amplio obtuvo el 15,68% de los votos, en una elección en la que poco más del 25% del electorado participó.

La CONFECh está matando la representación estudiantil. Han convertido los órganos de representación en repetidores de sus intereses ideológicos y dejado de tal forma a sus estudiantes de lado, que ellos los ven como cargos irrelevantes. Por eso no votan. Por eso no participan. No sólo está todo “cortado” de antemano, sino que no altera en nada la realidad en la que viven y estudian. Salvo cuando se van a paro o toma, donde igualmente saben que, como se dice en jerga “se les pasará maquina”, con asambleas a escondidas y quórums ridículos. Si algún alumno en la mayoría de las universidades de región pretendía encontrar en su federación un espacio, se encuentra con oficinas con sus puertas cerradas, directivas que no transparentan sus gastos y que aparecen más en los medios que en sus patios.

Lo terrible es que el incentivo a aumentar votantes es nulo: a ellos les conviene que la gente no participe. Tanto así, que limitan al máximo los espacios de campaña, asegurándose de que la menor cantidad de gente posible se entere. Porque así ganan. Y  como me dijo alguna vez un dirigente CONFECH, “lo importante es ganar, no importa cómo. Porque sólo así haremos la revolución”.

¿Tiene alguna salida todo esto? Creo que sí. Soy un convencido de que la mayoría de los estudiantes de Chile no cree en la violencia, no cree en la censura al que piensa distinto. Al contrario: piensa que la educación chilena, y los estudiantes, son más importantes que la defensa irrestricta de una ideología, y están dispuestos a dialogar, pensar y reflexionar. Están dispuestos a trabajar con el que piensa distinto, para solucionar también los problemas de los que no marchan. Están dispuestos, de una vez por todas, a ser la verdadera voz de los estudiantes de Chile.

Felipe Lyon E., El Dínamo, 9 de mayo de 2018